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lunes, 3 de julio de 2017

Sobre Spinoza

¿Por qué escribir sobre Spinoza? También a él hay que abordarlo por el medio y no por el primer principio (sustancia única para todos los atributos). El alma y el cuerpo, nadie tuvo jamás una idea tan original de la conjunción «y». Cada individuo, alma y cuerpo, posee una infinidad de partes que le pertenecen bajo una cierta relación más o menos impuesta. Cada individuo también está compuesto de individuos de orden inferior y entra en la composición de individuos de orden superior. Todos los individuos están en la Naturaleza como en un plano de consistencia del que forman la figura completa, variable en cada momento. Y se afectan unos a otros, puesto que la relación que constituye cada uno supone un grado de fuerza, un poder de ser afectado. En el universo todo son encuentros, buenos o malos, eso depende. Adán come la manzana, ¿el fruto prohibido? No, es un fenómeno del tipo indigestión, intoxicación, envenenamiento: esa manzana podrida descompone la relación de Adán. Adán tuvo un mal encuentro. De ahí la fuerza de la pregunta de Spinoza: ¿qué puede un cuerpo?, ¿de qué afectos es capaz? Los afectos son devenires: unas veces nos debilitan, en la medida en que disminuyen nuestra potencia de obrar y descomponen nuestras relaciones (tristeza), y otras nos hacen más fuertes, en la medida en que aumenta nuestra potencia y nos hacen entrar en un individuo más amplio o superior (alegría)Spinoza no cesa de asombrarse del cuerpo. No se asombra de tener un cuerpo, sino de lo que puede el cuerpo. Y es que los cuerpos no se definen por su género o por su especie, por sus órganos y sus funciones, sino por lo que pueden, por los afectos de que son capaces, tanto en pasión como en acción. Así pues, no habréis definido un animal en tanto que no hayáis elaborado la lista de sus afectos. En ese sentido, hay más diferencias entre un caballo de carreras y un caballo de labor que entre un caballo de labor y un buey. Un lejano sucesor de Spinoza –Nietzsche-- dirá: mirad la garrapata, admirar esa bestia que se define por tres afectos, los únicos de los que es capaz en función de las relaciones de que está compuesta, un mundo tripolar, ¡eso es todo! Si la luz le afecta, se sube hasta la punta de una rama. Si el olor de un mamífero le afecta, se deja caer sobre él. Si los pelos le molestan, busca un lugar desprovisto de ellos para hundirse bajo la piel y chupar la sangre caliente. Ciega y sorda en ese inmenso bosque, la garrapata sólo tiene tres afectos, y el resto del tiempo puede dormir durante años mientras espera el encuentro. Y a pesar de todo, ¡qué fuerza! En último término, siempre se tienen los órganos y las funciones que corresponden a los afectos de los que se es capazComenzad por los animales simples, que sólo tienen un número pequeño de afectos y que no están en nuestro mundo, ni en otro, sino con un mundo asociado que ellos han sabido cortar, recortar, volver a coser: la araña y su tela, el piojo y el cráneo, la garrapata y un trozo de piel de mamífero, ésos sí que son animales filosóficos y no el pájaro de Minerva. Y llamamos señal a lo que provoca un afecto, a lo que viene a efectuar un poder de ser afectado: la tela se mueve, el cráneo se pliega, un poco de piel se desnuda. Tan sólo unos cuantos signos como estrellas en una inmensa noche negra. Devenir‑araña, devenir-piojo, devenir‑garrapata, una vida desconocida, fuerte, obscura, obstinada.

Cuando Spinoza dice: lo asombroso es el cuerpo..., aún no sabemos lo que puede un cuerpo..., no quiere convertir el cuerpo en un modelo, y el alma en una simple dependencia del cuerpo. Su empresa es mucha más sutil. Quiere eliminar la pseudo‑superioridad del alma sobre el cuerpo. Hay el alma y el cuerpo, y los dos expresan una misma y única cosa: un atributo del cuerpo es también un sentido (exprimé) del alma (por ejemplo, la velocidad). Y por la misma razón que no sabéis lo que puede un cuerpo, que hay muchas cosas en el cuerpo que desconocéis, que rebasan vuestro conocimiento, también hay en el alma muchas cosas que rebasan vuestra conciencia. Así pues, la verdadera cuestión es ésta: ¿qué puede un cuerpo?, ¿de qué afectos sois capaces? Experimentad, pero no dejéis de tener en cuenta que para experimentar hace falta mucha prudencia. Vivimos en un mundo más bien desagradable, en el que no sólo las personas, sino también los poderes establecidos, tienen interés en comunicarnos afectos tristes. La tristeza, los afectos tristes son todos aquéllos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas, necesitan persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos, o, como dice Viriliode administrar y de organizar nuestros pequeños terrores íntimos. La vieja lamentación universal sobre la vida: vivir es no ser... Y de qué sirve decir «bailemos», si en realidad no estamos alegres. Y de qué sirve decir «morirse es una desgracia», si en realidad habría que haber vivido para tener verdaderamente algo que perder. Los enfermos, del alma tanto como del cuerpo, no nos dejarán, vampiros que son, mientras que no hayan conseguido contagiarnos su neurosis, su angustia, su querida castración, su resentimiento contra la vida, su inmundo contagio. Todo es cuestión de sangre. No es fácil ser un hombre libre: huir de la peste, organizar encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación. Convertir el cuerpo en una fuerza que no se reduzca al organismo, convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia. El célebre primer principio de Spinoza (una sola sustancia para todos los atributos) depende de este agenciamiento, y no a la inversa. Existe un agenciamiento Spinoza: alma y cuerpo, relaciones, encuentros, capacidad de ser afectado, afectos que realizan esa capacidad, tristeza y alegría que cualifican esos afectos. Con Spinoza la filosofía se convierte en el arte de un funcionamiento, de un agenciamientoSpinoza, el hombre de los encuentros y del devenir, el filósofo a la garrapata, Spinoza el imperceptible, siempre en el medio, siempre huyendo aunque apenas se mueva. Huyendo de la comunidad judía, huyendo de los Poderes, huyendo de los enfermos y de los venenosos. Y aunque él mismo puede llegar a enfermar, e incluso morir, sabe perfectamente que la muerte no es ni el principio ni el final, sino que tan sólo consiste en pasar su vida a otro. Lo que Lawrence dice de Whitman, ¡hasta qué punto conviene a Spinoza, es la continuación de su vida!: el Alma y el Cuerpo, y el alma no está ni encima ni dentro, está «con», está en el camino, expuesta a todos los contactos, a todos los encuentros, en compañía de todos los que siguen el mismo camino, «sentir con ellos, captar al vuelo la vibración de su alma y de su carne». Justo lo contrario de una moral de salud. Enseñar al alma a vivir su vida, no a salvarla. 

Gilles Deleuze y Claire Parnet, Diálogos : Pre-textos : Valencia : 1980, pp. 69-72.

martes, 13 de junio de 2017

Hechos conscientes

"Donde vosotros veis cosas ideales, veo yo cosas humanas, ay sólo demasiado humanas".




Ecce Homo:1908
Friedrich Nietzsche
(sigue siendo un alivio tenerlo a mano)

jueves, 14 de junio de 2012

Hoy es un día perfecto para desintegrarse

     Si bien a este texto lo escribí a fines del año pasado, con el paso del tiempo me di cuenta que no tenía realmente intenciones de publicarlo, en cambio prefería reservármelo para mí como huella de este cambio, de esta determinación tan importante que he tomado, la cual no sólo se funda en la decisión de haberme cambiado de carrera, sino que concierne una nueva perspectiva ante la vida siempre demarcada por la consecución de los valores de humanidad que quiero incorporar y cultivar en lo que dure mi camino en ésta. Pero este año creí que iba a ser fundamental transmitir esta transición a la escritura en sus primeros pasos, sobre todo porque el cambio también atañe al blog, en su dirección, y una canción incluida en este disco tiñó de su influencia a un nuevo título, de manera que me he decidido a publicarlo aquí y compartirlo con quienes gusten leerlo. Por lo demás, pienso que es pertinente anticipar que todo el texto fue producto de mi ensimismada como modesta interpretación de los temas que integran dicho álbum.



Hoy es un día perfecto para desintegrarse 

     No puedo estar apartada de la música, menos aún ante un cambio tan importante como el que estoy atravesando, necesito estar acompañada de las adorables vibraciones que traducen en notas los sonidos del alma. Desde luego, voy eligiendo mi banda sonora de acuerdo a mi estado de ánimo para que potencie mis sensaciones, pues sintiendo con intensidad me percibo vital, y en esta ocasión pude redescubrir por medio de las traducciones de sus letras a una banda tan magistral y excepcionalmente poética como lo es The Cure, adecuando las canciones que forman parte del disco Disintegration a mi experiencia subjetiva.

     El álbum comienza con una canción cuyo título podrá resultar paradójico, ya que no es para nada simple.. inicia su recorrido circular emanando susurros del viento que sabemos precede a la lluvia, y un centelleo semejante al reflejo de la Luna sobre un paisaje bañado de oscuridad crecen gradualmente, sólo entrecortados por campanas que enaltecen en un ensueño, mientras nos conducen a la voz apenas perceptible y envuelta en una especie de bruma de Robert Smith... pero un momento... Robert nos confiesa en Plainsong “Y el viento está soplando como si fuera el fin del mundo'. Vos dijiste: ' Y está tan frío, es como el frío si estuvieras muerto”. Esta imagen, que parece ser ensombrecedora, particularmente no lo es, porque él no está muerto o al menos no completamente pues luego su interlocutor le sonríe para qué él mismo replique más tarde: “Creo que estoy viejo y estoy sintiendo dolor. Vos dijiste: ' Y todo está acabándose, como si fuera el fin del mundo ' “. Cuando uno se siente viejo, desgastado y más aun afligido se hace inminente un cambio, una lluvia que con sus gotas nos lave y desnuble la vista a fin de dar cuenta de aquello que tanto presentíamos: una destrucción del mundo del cual nos sujetamos sólo dependerá de la desaprensión del mundo como lo conocemos, sólo así podremos recuperar la marcha. El frío nos recordará que aun sentimos, siendo lo bastante fuertes como para encontrarnos en el abismo, y aun así desgarrar a la neblina, buscando ese lugar concéntrico donde en la noche se guardan los rastros de luz. Si la Luna es satélite de la Tierra, y tan bien lo suple al Sol cuando éste se esconde del otro lado de nuestro planeta. Al igual de esperanzadora que la lluvia o la sonrisa de quien entabla diálogo con él en forma de canción.

     A su fin, de inmediato comienza a cautivarnos la melodía tan encantadora como melancólica de Pictures of you, la cual nos narrará el remordimiento, la desazón e incluso el auto-reproche que a veces suscita y deviene al hecho de tener que dejar algo atrás, desprendiéndonos definitivamente de ello. Finalmente culmina en forma de lamento, que encierra y resume su desarrollo. “No hay nada en el mundo que yo haya querido tanto que sentirte en lo profundo de mi corazón. No hay nada en el mundo que yo haya querido tanto que nunca sentir la ruptura de todas mis fotos de ti”. ¡No se imagina Smith, al subir y bajar su voz la forma en que nos conmueve el alma y al quebrarla, nos la desintegra en mil pedacitos!

     Tenemos que superarlo, debemos hacerlo, de otra manera aquello nos consumirá, nos apagará y jamás querríamos decepcionar al Sol, que nos irradia de vida en su luminosidad. Entonces se nos presenta Closedown cuyo significado podría traducirse en un cierre perpetuo, ese punto final que tanto se ansía, porque “se me acaba el tiempo, estoy desfasado, y me estoy apagando”. Resulta extraño tanto como magnífico cómo las canciones de The Cure por más oscuras o perturbadoras que puedan ser, siempre conllevan algún tinte brillante, del cual puede soltarse en el momento menos esperado una armonía embriagadora. “Siempre tengo la necesidad de creer de verdad en algo más que en burlas. Si al menos pudiera llenar mi corazón de amor”. Es lo que anhelamos, la vibración que sólo puede surgir de nuestro interior, la más hermosa por elevada que nos llevará a la verdadera evolución porque une y no destruye, el amor.

     Entonces la transición nos llevará a Lovesong, un tema que además de ser uno de sus más difundidos tiene como cualidad el hecho de que a pesar de la apariencia en el título, en realidad no entraña en su pegadizo como angelical 'riff' una canción de amor (más allá de que en lo singular Robert Smith se lo haya dedicado a su esposa), sino que representa en parte una falsa esperanza en su hundimiento. Subrayemos la palabra solo, para apreciar mejor el contexto. “Cada vez que estoy solo con vos, vos me hacés sentir como si fuera libre otra vez. Cada vez que estoy solo con vos, vos me hacés sentir que estoy limpio de nuevo”. Aquí nos encontramos solos con esa situación, porque aún permanece el recuerdo en la cabeza, a pesar de que ya todo se haya quebrado. En cuanto al concepto del disco, siguiendo la línea anterior, el mensaje sería algo así como dado que uno aunque lo intenta, sus resultados son fallidos, y no puede olvidar, entonces deviene el autoconvencimiento, se promete en este caso que se seguirá amando a esa persona que ya no le corresponde, y de este modo se lo promete a ella también, dejándole la carga de la culpa porque es quien ha dejado de actuar recíprocamente y por otro lado porque es claro que aun no pudo superar siquiera enfrentarse a ese dolor, quizás por temor que de veras lo está desintegrando, aun más; verse obligado a cumplir esta clase de promesas, puesto que como escribió Nietzsche “se pueden prometer acciones, pero no sentimientos pues éstos son involuntarios. El que promete a alguien amarle siempre u odiarle siempre o ser siempre fiel, promete algo que no está en su poder. Lo que puede prometer son acciones que, en verdad, son ordinariamente las consecuencias del amor, del odio, de la felicidad, pero que puedan también provenir de otros motivos, pues a una misma acción conducen caminos y motivos diferentes. Por consiguiente, la promesa de amar siempre a una persona significará: mientras yo te ame, te prodigaré las acciones del amor; si dejo de amarte, continuarás recibiendo de mí las mismas acciones, aunque por otros motivos, de suerte que en la cabeza de los demás hombres persista la apariencia de que el amor es inmutable y siempre el mismo. Se promete, también la persistencia del amor cuando, sin cegarse a sí mismo se promete a alguien un amor eterno”. Pienso que cuando alguien empieza a actuar llevado por la costumbre, comodidad o conformismo, su estado es lo más similar a la pasividad, nada lo moviliza, el deseo se ausenta desconocido, se muere prolongadamente. Con esta afirmación no estoy avalando el divorcio, sólo he adoptado una visión de hacer las cosas apasionadamente, porque de haber convenido en una decisión así es claro que es debido a que se ha alcanzado cierto grado de crecimiento personal y de comprensión producto del tiempo de conocimiento entre dos seres que los ha motivado a crear lazos muy fuertes entre ellos.

     Citando a Heráclito, “en los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”. Si bien nuestra individualidad permanece intacta, conservamos nuestro nombre y apellido, y podemos vernos al espejo como una persona de carne y hueso, conforme verificamos nuevas experiencias, nos abrimos a diferentes conocimientos, podemos tener mayor alcance de otras realidades y nuestro interior se va nutriendo de aquellos elementos, que si somos sinceros también los volcaremos hacia el exterior, creando nuestro propio cambio. Ahora bien, depende de la velocidad con la cual lo realicemos y cuántas expectativas apostemos a ese cambio, realmente puede asustarnos. Porque una nueva verdad puede desestabilizar y sacudirnos el mundo que hemos estructurado, o que en su defecto (casi siempre); amoldado a nosotros, sobre los cimientos de un sistema de creencias que todo el tiempo están en juego enraizadas entre las más atrevidas variantes. Cuando esa llamada idealización se desmorona, cuando la ceguera se desnuble a causa de la lluvia, y el mundo no sea más que el reflejo de nuestra mente, ¿seremos capaces de arriesgar nuestra felicidad al costo de ser honestos con nosotros mismos? El órgano de Last Dance me da punzadas... “Pero Navidad llegó tarde esta vez, más triste y más fría, sin su antiguo esplendor y alegría. E incluso si nos emborracháramos, no creo que lograra besarte como antes lo hacía, pues donde antes veía una niña, ahora encuentro a una mujer”.

     Sin embargo, sobre todo al tema que más me abracé, ya que me identifiqué realmente con él fue a Lullaby, encandilada por su melodía angelical a partir de la cual da comienzo. Siempre me suscitó fascinación e intriga la realidad paralela de los sueños, cómo caemos irremediablemente sumidos ante él, o ese “hombre araña” que atrapa a nuestro costado consciente y libera al inconsciente, dejando con ello al descubierto todos nuestros deseos, sentimientos y pensamientos más profundos. Mientras cuando estamos despiertos tenemos cierto poder de decisión respecto a mostrar alguna cualidad o atenuar otra, en este aspecto las limitaciones son inexistentes, carecemos del discernimiento sobre cómo actúa, es puro inconsciente fluyendo y refluyendo, y nunca sabemos qué es lo que nos puede deparar allí donde nuestra mente no tiene nada qué hacer más que dejarse fluir. La melodía suave, los acordes que se van apagando con el bajo in crescendo y nos introducen en el órgano que prolonga esta combinación surrealista, introduciéndonos a una voz que culmina en susurro, la cual nos lleva a esa lírica tan macabra como sentida, tan mágica como incierta, como escrita para quienes no sólo dormidos soñamos, sino también despiertos. Esta canción me estremece de tal modo que me conmueve. “Y sé que esta mañana despertaré en el frío tembloroso. Y el hombre araña siempre está hambriento”... y aunque nos topemos con temores que acechen nuestros sueños, no por ello dejaremos de soñar, porque pronto vamos a despertar y comprobar que sólo fue una pesadilla, y nunca, jamás permitiremos que nadie robe nuestros sueños.

     Como en una danza de guitarras sónicas, se va enalteciendo Fascination Street, mientras cede el paso a unos tímidos acordes de bajo que endulzan este solapamiento. El hundimiento se intuye, colapsa toda la introducción para dejarnos sin habla ante esta sinfonía guitarrística, eclipsados por cada una de sus secuencias que nos transportan a un estado que resulta lo más semejante a lo onírico. Y vamos a movernos al ritmo como si supiéramos que se va a acabar, tambaleando entre sueño y pesadilla, entre los difusos límites que distinguen la realidad de la ficción. Basta acondicionarnos por la penumbra, para quedarnos librados ante ella, en nuestras más racionales e incrédulas mentes harán torsión.

     Si hablamos de una canción sobre la cual Robert desparramó los trozos de su alma desintegrada fue en aquella que le da nombre al disco. Disintegration es minuciosidad, crudeza por completo que retrata el desmoronamiento, el estar tocando fondo. Ahora, si hubo una canción que realmente sentí que me ha traspasado la piel, tengo que hacer una ruptura en la sucesión ordenada del disco y remitirme a la última del disco, porque esa canción es devastadora en cada una de sus palabras, tan precisamente elegidas, como si hubiera estado observando mis momentos de angustia o más aún, como si también Smith los hubiese protagonizado. Esta canción refleja el miedo, la falta de certezas, el auto-reproche sumado a la necesidad de tener que dar explicaciones, las desesperanzas porque vamos a desintegrarnos y luego ¿qué ocurrirá?... “Y ya ahora el tiempo se ha ido. Otro tiempo desperdiciado, desesperadamente combatiendo al diablo, futilmente. Sintiendo al monstruo trepar dentro de mí, sintiéndolo roerse todo mi corazón. Nunca perderé este dolor, nunca soñaré contigo otra vez”. ¿Es que acaso podrá olvidarse el dolor, o tendremos que contentarnos con echarle un cobertizo pues quedará latente para resurgir cuanto menos lo temamos?

     “Las horas se han ido, malgastando el tiempo, todas ellas esperando la lluvia”. Antes de que diera comienzo Prayers for the rain en el interior de mi cuerpo ya había alumbrado el cambio, fluyendo navegaba a través de mi sangre, inundando esos obsoletos cercos autoimpuestos, desanegando trechos de caminos ni siquiera alguna vez imaginados. Eran mis propias estructuras, mis mismísimos cimientos los cuales me estaban resquebrajando. Me he convertido en una oradora y la lluvia se ha transformado en mi objeto de oración, siempre la anhelo, pues la lluvia tan ambigua, que entraña al igual que estruendo y calma, entre la luz y la oscuridad, la humedad y la purificación, representa la combinación perfecta para comenzar la mutación, el pasaje necesario que luego da lugar al sol, la energía de los rayos atravesándome y las gotas golpeteándome en lo más íntimo de mis reproches, destruyendo uno a uno mis engaños... tendiendo a escuchar, comenzando a vivir la explosión de sentidos que brota de mí, sólo faltaba encontrarme, reconectar mi energía, embriagándome de lluvia. Hoy ya no temo a la claustrofobia de hallarme escudriñando mi alma. Ahoguemos estas falsas expectativas, no debe haber salvavidas que logren contener todo su peso, llevémonos a flote sólo los verdaderos sueños. The same deep water as you. Y odiemos intensamente esta casa y su apaciguamiento, el arrepentimiento no nos conducirá a un verdadero aprendizaje sino a la frustración del error que persiste. Una casa no es siempre un hogar, y si le somos agradecidos al dolor, ya no dolerá esta ausencia, Robert.

miércoles, 11 de enero de 2012

π

π
“Pi”
Darren Aronofsky
1998
  
    Tras la conocida obsesión que me causó Donnie Darko, continué con mi búsqueda de “películas raras”, “raras” en el sentido de que sus tramas constan de temas que no son frecuentes de ser tratados por la cinematografía, o que me introduzcan a la visión de diferentes aspectos de la realidad... en fin, películas que me dejen pensando. Entonces, me topé con un interesantísimo film cuyo subtítulo se ha traducido como fe en el caos u orden en el caos. Cuenta con una estética desarrollada en blanco y negro, donde se evocan imágenes bastante poderosas que son potenciadas a base de la impactante banda sonora como a partir de las tomas en primeros planos y movimientos de la cámara. Este acentuado contraste evidencia claramente lo estremecedor, incluso angustiante del film y a su vez capaz de tornarlo poderosamente intrigante a medida que nos centramos en la habitación enclaustrada del matemático interpretado fielmente por Sean Gullette, en su mente como en un juego psicológico muy bien logrado que del mismo modo atormenta al espectador.
    Me fascinó porque roza una de las entrañas de la filosofía que tanto me apasiona, si bien conservo mi escepticismo: si todo cambia, todo se transforma; el ser humano nace, crece y muere en una realidad circular que aparentemente no tiene inicio ni fin y siendo que a todo efecto le precede una causa que lo origina, ¿existe en el fondo una realidad inmutable? Si la realidad no es sólo aquello que recibimos de nuestros sentidos, ¿significa que es posible que una esencia de trasfondo ordenada que se esconda detrás de la apariencia caótica (sujeta a la inestabilidad) perceptible? De existir, ¿ese punto de partida primario implica un orden que puede ser determinable y rastreado? ¿Será posible encontrar una huella mediante la cual quedó manifestada alguna realidad primaria en la naturaleza perceptible? ¿Y será posible acceder a ella por medio de la matemática? Como dijo Galileo Galilei: “el gran libro de la naturaleza está escrito en símbolos matemáticos”.
    De lo mencionado se desprende que me fascinó porque se cierne sobre el conocimiento, particularmente acerca de la intrigante ciencia de la matemática, para la cual me hubiera gustado tener mayor destreza. Pero lo más impactante es que la película auna estos temas al interrogante que se plantea intrínseco sobre cuán más allá podemos ir a partir de los números o de cualquier otro sistema, sin confinarnos al apartamiento de la realidad diaria, y por ende de las relaciones humanas desde que esa persona curiosa y con pretensiones de conocimiento trascendente quizás no forma parte de las personas corrientes a quienes poco les interesa desligarse de la uniformidad en el pensamiento impartida desde el sistema educativo y los medios masivos. O en otras palabras, que la desconfianza que se puede sostener como postura de investigación acerca de la verosimilitud (o tal vez el origen de la existencia) de la realidad que capturan nuestros sentidos cada día, se extienda y nos induzca en este sentido a subestimar a los seres que nacieron y conviven junto a nosotros en esta realidad del mundo, como si los humanos, animales o plantas apenas equivalieran a millares de átomos unidos que nuestro cerebro interpreta en forma de cuerpo individual, como si pudiera ignorarse a las almas que se funden en compañía y sostén mediante la amistad, la pareja y la familia (en menor, mayor o igual medida). Como si en busca de la explicación del origen, perdiéramos nuestro origen mismo. Porque creo que la vida es el mayor de los milagros (si pensamos en la cantidad de procesos que se ponen en juego para que tenga lugar) y a través del reconocimiento de la vida de los demás, estamos impregnando de valor también la nuestra.   
    Por último, en mi opinión, creo que la vida tiene tanto de caos como de orden, y como ya expresé en una publicación pasada, casualmente llamada “Orden en el caos”, ambos estados son necesarios, ya que cuando las situaciones no se tornen tan previsibles a veces dependerá del caos que se manifieste el orden mediante el cual responderemos al cambio que éste surta. En el Antiguo Egipto se sostenía (y yo concuerdo con esta postura) que cada vida proporciona una nueva oportunidad para el aprendizaje. Ahora bien, pienso que la racionalización en extremo puede conducir a una visión que se pretenda única por guardar rigor científico, aunque sea parcial. Si cada vez que afirmarmos algo, también estamos negando otra cosa. Por lo tanto definir es limitar, reconocía ya un escritor inglés de nombre Oscar y apellido Wilde, pues cuando definimos al mismo tiempo ignoramos otras perspectivas, ergo fragmentamos la realidad reduciéndola a definiciones en lugar de mirar el todo por entero.
    Finalizada esta apenas simple interpretación, considero que debido a lo intrincado de la trama y a lo escrito en el primer párrafo se trata de una película de aquellas para ver y volver a ver, una y otra vez.



Angel
Massive Attack

viernes, 28 de octubre de 2011

Donnie Darko: orden en el caos

   Cuando termine de escribir este texto, probablemente ya estaré pensando en agregar una etiqueta al blog con el nombre Donnie Darko, ya que francamente no recuerdo alguna otra película que me haya persuadido a reflexionar, ahora filosóficamente, tanto como ésta.
   Como plasmó Friedrich Nietzsche, uno de mis filósofos más influyentes, en Así habló Zaratustra: “no existen un bien y un mal imperecederos. Tienen que superarse a sí mismos por sí mismos siempre de nuevo. Con nuestros valores, con nuestras palabras sobre el bien y el mal, vosotros, los valoradores, ejercéis la violencia, y ése es vuestro oculto amor, el esplendor, la emoción, el desbordamiento de vuestra alma. Mas de vuestros valores brota una violencia más fuerte y una renovada superación: al chocar con ella se rompen el huevo y la cáscara. Y quien quiere ser un creador en el bien y en el mal, ése ha de ser primero un destructor, y quebrantar valores. Así, para realizar el mayor bien hay que cometer el mayor mal: ésa es la bondad creadora. Hablemos de esto sapientísimos, aunque haga daño. Peor es callar: todas las verdades calladas se vuelven venenosas. ¡Y rompamos todo aquello que podamos romper a nuestras verdades! ¡Hay aun muchas cosas por edificar!.
   Aquello mismo representaba Donnie, quien de seguro debe haber leído a Nietzsche: el cambio, que tiene como contrapartida al orden, así como la vida a la muerte. ¿Qué es la vida sino una continua transformación? Si consideramos el aspecto biológico, nacemos, nos desarrollamos, crecemos, nos reproducimos hasta que morimos, completando las fases. Entonces, si este camino se encuentra asignado desde el comienzo de la existencia, ¿cómo podríamos considerar al pensamiento apartado del mismo? De otro modo, ¿cómo podríamos madurar nuestra mente si no estamos dispuestos a incorporar ideas desconocidas, aunque esto implique que las verdades que hasta ahora hemos aceptado apenas pendan de un hilo? Más allá de que finalmente no siempre concordemos con las diferentes ideas que podamos conocer, creo que si nos mostramos renuentes de antemano nuestra capacidad de reflexión y por ende, de actuación bien podría equipararse a la de un adoquín, y no siempre puede predecirse con exactitud qué nos deparará el destino.
   El cambio, el caos, el dolor es lo que precisamente nos permite, a partir de la experiencia, tomar nuevas estrategias hacia la vida y por consiguiente sobrevivir. ¿Cómo sabemos lo que es el placer si no conocemos al mismo tiempo lo que es el dolor? Remontándonos al Antiguo Egipto, según se cuenta en el mito de Osiris, donde Horus representa al orden, mientras que su opuesto está constituido por Seth, encarnando la destrucción, librando así entre ambos la contienda eterna de la construcción y la destrucción. Incluso, el mundo corría el riesgo de ser destruido durante la noche, y el sol naciente aseguraba la continuidad de la vida cada día. No obstante, es posible apreciar entonces a Seth no como una fuerza oscura o malvada, como popularmente se cree, sino  sumamente necesaria en este proceso al igual que Horus.
Horus y Seth, coronando al rey Ramsés III
   En este sentido, como bien explica el filósofo alemán Shopenhauer: nacimiento y muerte pertenecen igualmente a la vida y se contrapesan. El uno es la condición de la otra. Forman los dos extremos, los dos polos de toda manifestación de la vida. Este significado es el que no lograron comprender en el pueblo de Donnie, tan aferrados a su paradigma que si bien en cierta manera les otorgaba seguridad y preservación era falsa, siendo que en realidad este orden sólo se prolongaba conservándose a sí mismo, trayendo consigo aparejada toda negación de la existencia basada en apenas  ciertas concepciones asentadas y arraigadas merced a "lo que fue y es conocido", las cuales ocasionan sólo prejuicios ante "lo desconocido", o en otras palabras pura muerte. En fin, es a causa de la muerte, de que sabemos de su finitud que la vida es digna de ser valorada.
   Aunque tal vez, en realidad ese final trágico de Donnie constituya también otra paradoja, y simbolice  en un futuro la oportunidad de dar paso a la vida que se deposite en alguien, quien además de suceder el libro de Roberta Sparrow pueda estar tan purificado en sus valores como lo estuvo el joven Darko para ser capaz de acompañarlo en sus metas y cavar tan profundo como él, haciendo por fin trizas esas enterradas y obsoletas raíces, llevando por fin aire... aire de regeneración.     

domingo, 3 de abril de 2011

Libertad, igualdad y fraternidad

  Conocida es ya esta tríada, desde el embrión de la Revolución francesa (1789), como los pilares sobre los cuales se fundamenta la democracia luego del reinado del despotismo ilustrado cuando el poder del monarca no se sujetaba a ninguna limitación a excepción de la ley divina, cuya autoridad estaba encarnada en la Tierra en el propio rey. Si bien se han expandido mediante su repetición hasta el hartazgo por parte de políticos de diferentes banderas, y también desde la escuela primaria nos han sido inculcados durante las clases de Historia, esconden una evidente contradicción en su conjunción, cuyo trasfondo intentaré aclarar en este artículo, ante las constantes pretensiones de reciclarlos.
   En primer lugar, busquemos una definición extensiva de la libertad (siempre en términos humanos, claro). Podría decirse que se trata de la facultad que tiene el ser humano de obrar o no, según su propia voluntad. En este sentido, se han reconocido las libertades de comercio, luego la política y más tarde a lo largo de los años y sucesivas guerras, se extendió a la libertad religiosa, de prensa, etc.
   Ahora bien, teniendo en claro que la libertad consiste, en otras palabras en hacer lo que cada uno considera, ¿cómo puede entonces estar ligada la libertad a la igualdad? Puesto que teniendo en cuenta que todos los ciudadanos somos libres de actuar a nuestro antojo, entraríamos en violación con el concepto de la igualdad, que implicaría imponernos un cierto límite en la toma de nuestras decisiones, para no quebrarla. Sin embargo, entonces, ¿podríamos seguir hablando de libertad? Esa limitación no estaría establecida por la propia persona, sino por algo superior, como lo es la ley que nos rige a todos, queramos o no, y además, dios para algunas personas religiosas. Pero si pensamos que las leyes pueden modificarse, entonces ese límite estaría finalmente establecido según las autoridades. Esto sí que es peligroso, pues tácitamente significa que hemos encomendado nuestra libertad a otras personas. Por otro lado,  retomando el concepto de igualdad, ¿en función de que se determina que una persona es igual o diferente a otra?
   Por último, nos queda el concepto más abstracto de todos, y por ello es el que entraña el mayor riesgo. Cuando hablamos sobre la fraternidad, es referida siempre en torno a un vínculo social en particular, ya que su aplicación estricta conlleva a la dicotomía entre amigos y enemigos.
   Ahora bien, concentrándonos en la historia, encontraremos a la burguesía como dominante del mercado hacia el siglo XVIII, cuya libertad de comercio estaba afianzada  -aun más, con la Revolución industrial en sus albores- desde que comenzaron a expandirse las relaciones mercantiles durante la decadencia del feudalismo. En ese contexto,  puede aseverarse que la autoridad de la realeza representaba un completo estorbo para el desenvolvimiento de una clase burguesa, que poseedora del poder económico, además no iba a aceptar ser marginada del poder político fáctico. Inexorable era entonces que emergieran las llamadas revoluciones burguesas, cuya mayor exponente fue la Revolución francesa. Por supuesto, no podemos permitir apartar a la Revolución de mayo argentina (y por supuesto, las demás latinoamericanas), pues fue heredera directa de la revolución de Francia. Al tiempo que naciones como Reino Unido, Francia y los Países Bajos abrumaban con su desarrollo apoyado en las industrias agrícola, tecnológica y textil, España se arrodillaba ante sus acreedores debido al despilfarro de sus nobles y las locuras religiosas, que se proyectaban en guerras y catedrales ostentosísimas. Sin embargo, esto no era suficiente, ya no sólo la mayor parte del comercio tenía lugar dentro del contrabando, sino que a las colonias americanas les estaba vedado por la Metrópoli comerciar entre ellas. Las ideas liberales propugnadas por la "ilustración" francesa no tardaron en desembarcar al continente americano, de hecho Estados Unidos declaró su Independencia del Reino Unido en 1776. Aunque en el hemisferio sur, el desarrollo de los hechos tuvo otra fundamentación. Nunca fue ignoto el interés de la rubia Albión por el Virreinato del Río de la Plata, incluso fue puesto de manifiesto por el gobernador de las Bermudas John Pullent, quien a través de una carta al ministro Robert Haley, conde de Oxford le confesaba su apetito: "el río de la Plata es el mejor lugar del mundo para formar una colonia inglesa". Sucedía que el Reino Unido transitaba el pleno auge industrial y por ello, demandaba gran cantidad de materias primas, que sin dudas los intereses de hacendados y porteños (de los puertos) de Buenos Aires le proporcionarían, condenando así a las mal denominadas provincias del interior. Por otro lado, la sobreproducción inglesa comenzaba a superar al consumo, lo cual orientó su necesidad de encontrar nuevos mercados donde colocar los excedentes mediante el establecimiento de nuevas rutas comerciales estratégicas. De allí vemos que se forja la política favorable a la supuesta emancipación americana, cuando en realidad no fue sino un traspaso de dueños de manos hispánicas a británicas, sin olvidar el costo político que tuvo para la Corona española la respuesta de la población a la llegada de las tropas inglesas en el aun dudoso capítulo (según mi opinión) conocido como las invasiones inglesas, en cuyo eje creo que fueron dadas las directrices a seguir para el futuro establecimiento del gobierno patrio.
A la izquierda, el rey inglés Jorge VI cuando era duque de York; a su derecha, el general argentino José de San Martín.
Creo que no es necesario señalar la marcada semejanza de ambos uniformes ni dar detalle sobre la originalidad de la vestimenta de los granaderos argentinos.

   En este sentido, los términos susodichos no se entienden más allá de su vinculación con la clase, y así como queda expuesta la imposibilidad de ampliarse a todo el espectro ciudadano, se diluye su aparente contradicción sabiendo que la libertad bregada que desembocó desde Francia al río de la Plata resultó ser la libertad de comercio; en situación de igualdad se estarían posicionando entonces los burgueses, quienes tenían impedido llevar a cabo sus actividades mercantiles libremente; por último, la fraternidad los caracterizó desde un principio, pues de otro modo no se habrían erigido como los continuadores de esta ola llamada capitalismo.
   Antes de terminar, quisiera compartir un extracto tan abrumador como sugestivo que incluyó Eduardo Galeano en su último libro Espejos, el cual nos da muestra de la calidad de personas que pueden ocultarse detrás de dichos conceptos: “[...] Gracias a Locke, sabemos que Dios otorgó al mundo a sus legítimos propietarios, los hombres industriosos y racionales, y fue Locke quien dio fundamento a la libertad humana en todas sus variantes: la libertad de empresa, la libertad de comercio, la libertad de competencia, la libertad de contratación. Y la libertad de inversión. Mientras escribía su «Ensayo sobre el entendimiento humano», el filósofo contribuyó al entendimiento humano invirtiendo sus ahorros en la compra de un paquete de acciones de la Royal Africa Company. Esta empresa, que pertenecía a la corona británica y a los hombres industriosos y racionales, se ocupaba de atrapar esclavos en África para venderlos en América. Según la Royal Africa Company, sus esfuerzos aseguraban un constante y suficiente suministro de negros a precios moderados.

Fuentes.
Galeano, Eduardo, Espejos, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2008.
Id., Las venas abiertas de América Latina, Buenos Aires, id., 1989.
Roberts, Carlos, Las invasiones inglesas, Buenos Aires, Editorial Emecé, 2000.

lunes, 13 de abril de 2009

Así habló Zaratustra, un libro para todos y para ninguno

   Se te acerca un extraño. El solitario ha bajado de la montaña, donde se ha recluido a la ciudad, y dice llamarse Zaratustra, de Zoroastro, el religioso precursor en discernir entre el bien y el mal. No es un profeta, a pesar de que utiliza una forma de hablar muy particular a modo de sátira de los textos bíblicos, y a partir de sus experiencias se desprenden sus pensamientos. No es un poeta, aunque sea rebosante de metáforas y haya algunas cuantas canciones. Es un heraldo que vino a comunicar que "el hombre es algo que debe ser superado" porque el hombre es un puente, y no una meta.
    Porque el gran astro solar ha subido hasta su caverna, pero a Zaratustra lo ha alumbrado ya bastante verdad supeflua impuesta por el cristianismo y la obsoleta tradición. “-¡Oh! ¿Cuál sería tu dicha si no tuvieras a los que iluminas? Hace diez años que llegas hasta mi caverna y te hubieras cansado de tu luz y de tu camino si no me tuvieras a mí, a mi águila y a mi serpiente”, expresa en el prólogo. Sucede que que esas mieles por las cuales los hombres quedan encantados en el vaho del mundo de las ideas y los valores inherentes a ellas -bondad, belleza, justicia, etc.- no son eternas, sino lo contrario, aparentes (evocando a Platón) y tan pesadas, etéreas, pegajosas que alguien va a someterlas a juicio. Será justamente Zaratustra quien deberá corregir el error que ha cometido. Esta es la muerte de dios.
    Hay que mandar a dormir esas virtudes, entonces, falsas y contradictorias propagadas por los predicadores de la muerte, creadores del dios comodón que nos espera desde su nube negra en su paraíso deshumanizado y a los cuales se les atribuye ser los señores de la compasión. Hacer descender a éstos y a los otros monos trepadores apretujados y sumidos en su apretujáis, acuciados por el Estado capitalista moderno y la mediocridad de la cultura occidental, basamento de la sociedad conservadora. Reivindicar el sentido de la tierra, que dará pie a una nueva tabla de valores, esa es la misión que nos propone en la primera parte.
   ¿Cuál sería la reacción para alguien a quien esos discursos son como el viento orgulloso que derriba las hojas que cubren los cimientos de su vida? Probablemente, rechazo. Pero esto es porque no comprenden el mensaje positivo que entraña su filosofía: las transformaciones del espíritu dominado de pesada y agobiante carga que transita desde el camello, alcanzando la forma del león ahora en su intento por conquistar la libertad para un nuevo crear, esta vez como niño inocente capaz de escribir un nuevo comienzo, consciente ya de su propia voluntad.
    En torno a esta voluntad de poder gira el eje de la segunda parte, es la voluntad más allá del bien y el mal, y la poseerá sólo aquél que logra "mandarse a sí mismo" en lugar de arrodillarse, es que la vida se basa en ensayo y riesgo. La misma, se opone fervientemente a la voluntad de igualdad la cual fue pretendida como un escollo. Herencia del cristianismo y cristalización de las ideas comunistas y socialistas, es visualizada por Nietzsche como una tarántula asesina de los nobles y superiores, cuyo fin es conducir lo original y excepcional a lo ordinario y mediocre.
   Sin embargo, la risa burlona de la clase burguesa lo acecha hasta el sueño y es un preludio de lo que vendrá a continuación: su fracaso lo lleva a emprender el regreso a la soledad -no confundir con abandono- de la montaña. Como leí en otro libro, se aplicaría aquí, "ten cuidado con la naturaleza, que hace pensar".
    Todo transcurre en un eterno devenir, todo pasa, se transforma, y luego es destruido para repetir el proceso. Es decir, fuera del tiempo medido cronológicamente hay un eterno retorno, y lo que se repite es el acto creador de cada instante. Sin querer significar que la perfección prevalezca e impere sobre todas las especies. Sucede que es el destino del mundo repetirse eternamente, aunque de poco servirá si los que vienen después se quedan atrás de los últimos hombres.
    Me he convertido en acérrima lectora de Nietzsche. Sobre esta obra en particular, puedo agregar que no es ni inextricable ni densa, se trata de una serie de aforismos dentro de una fábula cuyo hilo es tan marcado y late tan fuerte a lo largo de ella que resulta imposible perderse.
Por otro lado, es una pena que se hable en demasía de otros filósofos, y se conozca poco o absolutamente nada, sobre este profesor de filología clásica, despreciado y minimizado injustamente por haberse atrevido a adentrar en lugares sagrados. Como por ejemplo que en el apunte de la cátedra en la cual cursé Introducción a la Filosofía para la carrera de abogacía, resuman su prolífera obra en un párrafo de 5 renglones. De todos modos, eso lo hizo más interesante para mi curiosidad.
    Lo mismo también, me sigo preguntando por qué se lo vincula con tanto fervor al nazismo y existen aquellos que identifican al superhombre con la figura de Hitler, sin embargo yo no lo considero así... sólo porque era alemán y era leído en su país no significa que avalase ciertas doctrinas; por el contrario puede deducirse que sus escritos fueron readaptados para otorgar sustento a un régimen. Aun más, los postuladores de esa teoría están desencajados en el tiempo, puesto que Nietzsche murió incluso antes de haber comenzado la Primera Guerra Mundial. Ahora bien, quienes quieran averiguar sobre la mayor influencia nazi busquen a Rosemberg y encontrarán todos y cada uno de sus fundamentos.
    De momento estoy leyendo Siddartha, de Herman Hesse, me está atrapando. Después les cuento.



 "Compañeros de viaje es lo que yo necesito,
que me sigan porque quieren seguirse a sí mismos e ir a donde yo quiero ir".
   Así habló Zaratustra,
Friedrich Nietzsche