viernes, 24 de junio de 2011

La verdad de la medialuna

    La semana pasada, en el programa radial La venganza será terrible, a cargo de Alejandro Dolina, surgió un tema de discusión: la inexplicable como recurrente desaparición de las medialunas de los bares a partir de aproximadamente, las 5 de la tarde. Tomando como pie, también las contadas (con una mano) ocasiones en que me doy el gustito de ir a tomar la merienda por ahí, y la rapidez estadística que las supera abismal e irrefutablemente  (con más de dos manos) frustrando los intentos  de sentarme a tomar un café, acompañado por unas modestas croissants, careciendo aun más, de la astucia del Loco futbolista uruguayo Abreu tras picármelas de bar en bar ante la imposible concreción de mi -hoy por hoy- imposible osadía.
Juro que elegí la imagen menos tentadora
Conocido y ya arraigado a la cultura gastronómica de cada mañana es el deleite argentino, y en particular, el rosarino por las medialunas, que llega a nuestras fauces precedido por el suave aroma de manteca cuando pese a haber desayunado nuestras deliciosas tostadas caseramente rebanadas, nos obliga a detenernos por unos instantes en nuestro inevitable encuentro del 126 ó 127 que menos demore para tener el placer de degustarlas, aunque sea en el aire.
    En cambio, sucede que cuando me dispongo monetariamente para dejar que otr@ mezcle el café con la leche por mí, me encuentro con que a mi pedido de dos pequeñas, insignificantes, qué va decir... sobrias medialunas saladas, se encuentra sucedido por una estupefacta expresión, que a la vez parece decir "no me mires a mí, yo no fui" y (casi) siempre le sobreviene la inevitable frase "... pero si querés te puedo ofrecer alguna otra cosa". Y aquí la palabra cosa adquiere las más  múltiples atribuciones que Kant aplicando sus postulados sobre la cosa en sí, alguna vez pudiera haber imaginado, desde los brownies irreconocibles, hasta tortas que constituyen un verdadero embrollo estomacal. 
"Lo que mata (al brownie) es la humedad...". Últimamente estoy considerando como bastante apropiada la idea de hacerle de este tango uruguayo una dedicación especial al brownie. En este sentido, puede llegar a aterrizar sobre nuestro plato una masa de color oscuro carbonífero semi-apelmazada, cuando deducimos tras haber desempeñado varias observaciones arquitectónicas que sí, que por su forma cuadrada y altura específica tiene que ser un brownie. Y ni hablar sobre las mentadas tortas, que más que tortas también pueden aceptar irrefutablemente la denominación de una contundente patada al sistema digestivo por entero, siendo más gráficos todavía.
    Aun más, no bastando con esta experiencia en los bares de la ciudad, se le agrega a nuestro destacado Curriculum Vitae de intentos fallidos, el desgraciado incidente ocurrido tras una urgente llegada a la panadería situada a media cuadra de mi casa. Fue allí cuando después de aguardar con toda la paciencia que se le puede ceder a que una señora que no puede decidirse si tomar sus mates con vigilantes azucarados o cubiertos con crema pastelera, llegó mi turno e improvisando unos amables "buenas tardes" me dirigí al fondo mantecoso de la cuestión, y me apresté a requerir las tan apremiantes facturas. De este modo, con una sonrisa que se atreve a desconocer impunemente los límites de su negligencia, la vendedora no sólo me hundió en mi desazón sino que se atrevió a explayarse en la cuestión: "Medialunas no tengo más... éstas son de ayer, si querés...", y por último, remató su sugerencia: "... son de Nuria (afamada como carera panadería rosarina) ...", decorando la frase, como si ese hecho redujera en algo su participación dolosa en el crimen. 
   Ahora bien, todavía no hemos alcanzado a resolver este intrincado misterio. ¿Será que se han puesto especulativos en el ámbito panadero, desconfiando de nuestro paladar, o también habrá desabastecimiento en el rubro? ¿Le atribuiremos la culpa al chismosísimo afán del canal Utilísima en develar el trabajo incansable de numerosas generaciones como una receta super prac-ti-quí-si-ma, fá-cil, ri-ca, e im-per-di-ble? ¿Formará parte de los planes de una glotona conspiración? ¿También podemos culpar a la presidenta a causa de esto?

domingo, 19 de junio de 2011

La Resistencia

    Saborear la mañana a través del café, sorbiéndolo de a cucharadas. Tomarse el día para buscar el abrazo paciente de las abuelas, que me sigue aguardando para visitarlo con la excusa de la merienda y la misma dedicación que durante la infancia, volver a estrechar el lazo en ese abrazo y sentir la sonrisa del otro lado, sonrisas que no desdeña, sonrisas que las horas de estudio en vistas a ningún examen académico podrá igualar, como tampoco llevarse al recuerdo. La despedida que siempre queremos demorar, la llegada a casa y la llamada a él, que dice tácita y expresamente cuánto lo extraño, aunque quedara postergada la ósmosis de alguna palabra nueva de inglés y no sé cuántas de alemán por un rato. Los minutos que corren entre risas y te quieros, los momentos memorables que se afianzan, porque nadie, absolutamente nadie podrá decir que habré perdido el tiempo.

No hay otra forma de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí. Y entonces ¿cómo? Hay que re-valorar el pequeño lugar y el poco tiempo en que vivimos, que nada tienen que ver con esos paisajes maravillosos que podemos mirar en la televisión, pero que están sagradamente impregnados de la humanidad de las personas que vivimos en él
La Resistencia, 
Ernesto Sábato