viernes, 13 de marzo de 2009

"Veámoslo un poco con tus ojos"

    No pueden dejar de provocarme una mezcla de bronca, impotencia, repugnancia, disgusto, desazón los 3 minutos de una secuencia que no me la contaron, sino que la presencié durante la noche de ayer. Esto no sucedió en alguna villa carenciada de la ciudad, ni siquiera la misma historia fue protagonizada por personas de las que uno puede sospechar que pasan necesidad; da igual, en cualquiera de los casos, esta escena fue terrible.
    Por un un lado, la nena de unos 10 años, ofreciendo pequeños ramos de flores en una parrilla de la ciudad a cambio de unas monedas, o quizás más necesitada de un poco de afecto y de comprensión para un vacío que la maldita guita no puede curar. Por el otro -lo que descubrí un rato más tarde-, a una cuadra apenas, a un hombre y una mujer (no sé si sus padres o quiénes) fabricantes de la maldad más horrorosa, la más injusta que se pueda cometer: la explotación de un niño.
    Y lo que es peor, esto es un crimen penado por ley, y además, por tratados internacionales con jerarquía constitucional, que tienen la misma validez que la Constitución misma y pueden aplicarse y hacerse aplicar en las mismas condiciones que lo hacen los organismos supraestatales.
    Y lo que es aun más grave: ¿dónde encuentra la protección del niño cuando él no puede por sí mismo ejercer y hacer respetar sus derechos, ya sea porque no los conoce o porque le resulta imposible el acceso a ellos? ¿Es necesario montar un operativo tan grande que derive en un costo ostentoso y desplegamiento jamás visto antes, desestructurando así la fuerza policial, para impedir que quienes comercian con la inocencia de estos chicos deambulantes continúen beneficiándose también con la impunidad?
    Sólo una de las más crueles formas de sometimiento, sólo una de entre las numerosas veces que esto sucede. Pero "veámoslo un poco con tus ojos", que está a la vista de todos.


Canción del título: Todo un palo, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

lunes, 2 de marzo de 2009

De exámenes universitarios

   El viernes me presenté a rendir nomás, con todas las ganas de no haber llegado nunca... (Suele pasarme). Pero ya me había quedado hasta las 4 de la mañana, bajo el lema "lee, lee que algo quedará", y había tomado el tan siempre impuntual 138 que me dejó a una cuadra de la facultad como para huir despavoridamente en un acto de inaudita cobardía con tintes de ridiculez extrema.

   Muchas veces lo pensé: creo que los profesores disfrutan, algunos sino hasta gozan (al menos en mi facultad) de apreciar a sus presas preferidas en los estivales turnos libres versión oral: estudiante x que pasó de los suaves 30 a los rozantes e inquietantes 40ºC, probando todos los traslados y/o cambios de velocidades del ventilador (o en su caso, aire, subrayo, envidiado sea) posibles para descubrir a través de cuál se volaba más rápido la pila de fotocopias que recién terminaba de acomodar. Ese mismo que probó cócteles de mate, café, tereré y cuanto asegure mantenernos despiertos desde que se mentalizó "empiezo despacito con la lectura" hasta llegar a ser uno de esos "tipos que no duermen por la noche" cuando confirmó que siempre nos van a faltar 2 días largos para tener todos los temas a punto.
    Estás frito, Angelito. Llega el llamado tan ansiado como letal (imagínense música en lenta progresión de Psicosis), bien alto, para que todo el mundo sepa de quién se trata: el nuestro es el próximo turno. Ya vimos cómo uno a uno nuestros amigos, conocidos y otros por conocer en el grupo de apoyo psicológico pre-examen fueron mareados de acá para allá, efectos de todas las energy drink consumidas la noche anterior y de la incogruencia de los docentes al hablar uno sobre el otro. Nos conocemos cada cambio de expresión en el rostro de cada profesor, directamente proporcional a la magnitud del bolazo o error.
    No sabemos cuánto tiempo puede pasar hasta que diga "mucho gusto, suficiente", firme la libreta y nos la entregue en las manos o el desolador "nos vemos en el próximo turno" y la deje por ahí con desdén, pero la idea de sentarse ante el tribunal nos llega desde que estudiamos por enésima vez los 3 resúmenes que encontramos sobre ese tema imposible que ¡entra seguro!, y se hace realidad en los momentos menos oportunos, hasta cuando está dicho y hecho que seguro el examen va a ser escrito.
    Pero vamos, que "la que-te-jedi prepara el festín" y luego de la susodicha experiencia, viene tiempo para recuperar aire y resucitar de entre los muertos... Pero... "¿otra vez vos por acá?".