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lunes, 9 de abril de 2018

Sagrado encuentro

En buena hora, ocurrió aquella tarde en que pude fijarme en él. Adecuado, el momento todo. La lluvia, resaltó la música, por cuyo sendero transitaba el distinguido crepitar de las grabaciones antiguas. Los dados arrojados por el destino, cuando cayeron, formaron el par. Los instantes sempiternos en que supe que al deseo no tiene por qué llevárselo la partida de un hombre.
Quise. Mi temblorosa y revolucionada piel sabe cómo quise haber permanecido en sus ojos. Aún erguidos frente a frente. Enfatizando ese modo tan cercano de encuentro sideral. Como cuando entran en conjunción los planetas. Prendidos de la mano y enlazados en el abrazo que posibilita al tango.
Quise acortar mi torpe timidez, de la forma en que él se las ingeniaba para derrumbar la distancia. Válgame el diablo, si dios supiera cómo quise. La piel atestigua cómo fue creciendo el deseo. Las palabras, las escasas, también fueron las justas y las precisas. Hasta la humedad pegajosa estuvo bien... mediante su flujo él deslizó sus dedos cual guitarrista sobre sus cuerdas y me condujo los movimientos que pudieron haber sido más coordinados de no ser por la mirada huidiza... mi escurridiza mirada inaccesible que no quiere descubrir que la están viendo imperfectamente frágil. Que no quiero que me reconozca así del todo, desfigurada como soy. Que yo así me encontraba flotando en la lontananza. Y quiero apreciarle su humildad, su sencillez y su belleza artesanal. Pero que quería detenerme en esos ojos almendrados, de todas formas y sobre todo, que quiero verlo y poder aterrizar al ocaso de lo que cubren sus ropas cuando se desvista.

viernes, 19 de enero de 2018

Carta de despedida

Querida 2 ruedas. Su ausencia empieza a imponerse en mi percepción, en mis planes. Te cortaron la cadena y a mí me cortaron las gambas. Ella me había acompañado en el objetivo entusiasmado de volver a correr. 1, 2, y a la tercera vuelta ya no te vi. Ayer era un día proyectado hermoso, como trato de que sea cada uno. En especial porque, ya en carrera, me había sobrepuesto a algunas contingencias, que no tenían que ver con el calor. Si hasta quería escribir “las gambas tocan el bombo del corazón y le hacen pito catalán al dolor de omóplato derecho y a un cerebro que se desalienta a sí mismo”. O algo así. Lo cierto es que quería dejar de correr antes de haber completado la primera andanza de 20 minutos. Casi me convenzo de ello por las molestas sensaciones corporales que no calmaban a pesar de los masajes que me aplicaba.

(Y es inevitable que después de todo ahora piense que tendría que haberme ido sólo para complacer a mi Diablo, depredador interno que no termino de conocer. Porque también podría pensar que en primera instancia nunca tendría que haberla llevado, que no podría jamás dejarla sola. Pero que al menos no fue violento y que quizás el robo me haya evitado tener un accidente. Pero todo esto no es más que una hecatombe de elucubraciones posteriores que no sirven para nada más que para cavarme un foso más hondo de tristeza e impotencia).  

Recuerdo que al principio no confiaba en ella. En primer lugar, no quería admitirla en mi vida por el orgullo de quien “no puede” aceptar regalos. Luego, parecía empezar a desarmarse: no paraban de caerse tuercas del asiento. Los pedales y el canasto se fueron deteriorando durante la primera semana de uso. Al tiempo fue el eje el problema. Luego vino el descubrimiento de que la rueda era inadecuada para ese cuadro, que se trababa. Al tiempo: cambio de cubierta, cambio de rueda. Pero a esta altura, ya la había adoptado, había estrenado mi primer accidente arriba suyo, la había “tuneado”, como se dice ahora, con un guardabarros, nuevos puños además de un canasto bastante croto, por cierto pero que me ayudaba a transportar cosas, y la mayoría de los kilómetros gastados eran parte de la bienintencionada memoria.    

Yo que no me encariño con ningún objeto más que con algunos libros, practicaba el materialismo con la bici. Orgullo de desplazarme a cualquier lado por mí misma. Quienes me conocían, la bici era una de las primeras cosas que sabían de mí. De disfrutar del placer de pasear al ritmo de una suerte de dos alitas, como de las que hablaba Frida. A pesar de todo me doy cuenta de que, si bien a la bici le iba al pelo el símbolo de las alas, aquellas también pueden representar la imaginación, a la pasión, al amor y a la alegría. Amor y alegría, a los cuales juré defender de circunstancias que muy fácilmente podrían habérmelos arrebatado.

Cuando me di cuenta de que no iba a volver a montar la bici, la tristeza empezó a surcarme un tajo enorme desde las solitarias piernas hasta el corazón decepcionado. Pero sobre todo estaban las personas queridas. Que contestaron enseguida, que se ofrecieron en lo mejor de sí: su afecto. Que me pegué la vuelta caminando con ellas. Y cuando llegué también estaba el vecino más piola del edificio para abrazarme con sus palabras.

Opereta del destino, como llamo a ese orden quizás azaroso, quizás sólo incomprendido por más vasto que nosotros mismos. El vecino bajó en el cuarto piso. Yo continué el ascenso rumbo al décimo piso. De repente, el ruidazo testigo del funcionamiento normal del ascensor se había callado. Estaba atrapada en el ascensor, que se había detenido conmigo adentro. Las personas, que son pocas, pero excepcionales, seguían ahí poblándome de presencia cariñosa.

La sed perseveraba. Extrañamente y muy a pesar de todo terminé sacando una sonrisa del pecho. Y respecto a la bici, ojalá que sea aprovechada, nada más. Como siempre lo mejor de todo es que nos tenemos a nosotros. Gratitud no es conformismo. Pude experimentar eso, así como científicamente. Las cosas son accesorios para hacernos más eficiente la vida. Necesarias, por supuesto. Pero el cariño de la humanidad es lo que nos salva. El corazón está remendándose y las personas queridas dieron las primeras puntadas. Gracias. 





¡Oh amigos, dejemos esos tonos! ¡Entonemos otros más agradables y más alegres! Alegría, hermosa llama de los Dioses, hija del Eliseo. Entramos, oh celeste deidad, en tu templo ebrios de tu fuego. Tu hechizo funde de nuevo lo que los tiempos separaron. Los hombres se vuelven hermanos allí por donde reposan tus suaves alas. Quien haya tenido la dicha de poder contar con un amigo, quien haya logrado conquistar a una mujer amada, que su júbilo se una al nuestro. Aún aquel que pueda llamar suya siquiera a un alma sobre la tierra. Más quien ni siquiera esto haya logrado, ¡que se aleje llorando de esta hermandad! Todos los seres beben de la alegría del seno abrasador de la naturaleza. Los buenos como los malos, siguen su senda de rosas. Ella nos da besos y vino y un fiel amigo hasta la muerte, al gusano le concedió la voluptuosidad, al querubín, la contemplación de Dios. Volad alegres como sus soles a través del inmenso espacio celestial, seguid, hermanos, vuestra órbita, alegres como héroes en pos de la victoria. ¡Abrazaos millones de hermanos! Que este beso envuelva al mundo entero! Hermanos! Sobre la bóveda estrellada habita un Padre bondadoso! ¿Flaqueáis, millones de criaturas? ¿No intuyes, mundo, a tu Creador? Búscalo a través de la bóveda celeste, ¡Su morada ha de estar más allá de las estrellas

Letra Oda a la alegría (Beethoven).
Recorte de la peli Hombre mirando al sudeste (Eliseo Subiela).

domingo, 12 de junio de 2016

Luminares

"Según Jung, yo tenía sueños especialmente difíciles y complicados, de los cuales yo no entendía una sola palabra. Eran verdaderos enigmas chinos sin sentido. Yo llegaba donde Jung con todos esos disparates y con gran esfuerzo, él extraía el significado. A veces tomaba un pañuelo, se secaba la frente y decía: "¿Qué harías si no tuvieras un Jung para entender este sueño tan complicado"?.



Marie Louise von Franz, en "El camino de los sueños. Conversaciones con Marie Louise von Franz", por Boa Fraser.
Ilustra el texto: Filemon, que es para Jung el equivalente de un guía espiritual, aportándole la certidumbre de no estar solo en el inicio de sus investigaciones sobre el inconsciente colectivo.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Como barrilete de niños...

Si te alcanzo,
me remonto  
Para J.M.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Bicicleteada emocional

     Gracias por haberme propuesto la vuelta, pero no quería molestarte. Me habías dicho que tenías pensado trabajar en el balcón con las plantas... ¿y qué mejor trabajo que el de ocuparse de la Vida? Entonces, tendría lugar mañana, y mi deseo de estar contigo, que ahora esperaría paciente. Pero ante los primeros reojos hacia la bicicleta estacionada frente a la puerta del departamento, mi entusiasmo no pudo responder a que los giros de las manecillas indicaran el día siguiente, y partió, llevándome consigo y a la bici recién autorizada por el mecánico para rodar de gestos propios, los caminos humanos desandados por los cuatriciclos de hedor y humo.

     A ellos no los conocía hasta esta tarde en el parque. De las pedaleadas me había despojado sola, hace unos cuantos años... aunque mis recuerdos pueden llegar a estar encubriendo una década seguramente. Así que sobre la bicicleta, sólo podía andar a las caídas. El parque me recibió diferente, el Sol y hasta la gente, parecían visualizar mi alegría, que no reparaba en contener. Por primera vez crucé a personas que hacía tiempo no veía, y lo más interesante fue haber constatado que me ubicaban todavía en alguna fotografía de sus vidas. Las flores a veces también se diseminan, todo comienza por saber recoger los indicios. No se me dificultó descubrir que a ese día tenía que hacerlo. Intenté por todos los medios contagiar de ese entusiasmo a mi torpeza, pero no pude. Como a la hora de danzar, los movimientos se me habían secado. Dudé en llamarte, me había prometido no hacerlo, sobreviniese cualquier imprevisto (bastante previsto, valga la acotación). Estabas ejerciendo una de las más bellas formas de amar, depositando tu confianza en la tierra, en el cosmos por entero y a pesar de la ciudad que nos cercena la huerta. Y mi ego se apoderó de mi tristeza, y marqué tu número para interrumpirla y que vinieras en rescate de la soñadora empequeñecida contra el pasto. Perdoname, aún no termino de reprocharme no haber podido deshacerme de él.

     Tal vez era el lugar el que no completaba mi ramillete de indicios. No me refiero al parque, sino al rincón dentro del parque. Se me ocurrió que quizás tendría que regresar al sitio donde había comenzado todo hacía tiempo ya, cuando por fin cambiaba las rueditas agregadas a la rueda trasera, por la brisa del aire libre. Así que a pie y junto a la bici, surqué pequeñas lágrimas hasta que me encontró la belleza de uno de los lapachos rosados junto al planetario. No quería decepcionarlo justo a su lado. Justo allí esbocé un intento nuevamente, erradamente, subiendo al asiento sin antes haber posado un pie sobre algún pedal era claro que mi destino no iba a ser otro que el suelo. La bicicleta casi se desvaneció, evitándolo yo, por poco, cuando alguien me llamó sin saber mi nombre. La primera imagen que me acudió fue la de un perrito, de esos lanudos y blancos como ovejitas, que suelen verse paseando en las calles rosarinas. Pero los perros cuentan con la suerte del ladrido. Así que dirigí mi mirada hacia uno de los lados, y se me apareció una chica quien se encaminaba hacia mí. Se presentó con una sonrisa, antes que con su nombre y mientras le contaba sobre mi deseo de reestrenar la bicicleta de mamá después de tanto tiempo, me mostró cómo podía dejarme conducir por ella. Apoyar un pie sobre el pedal y luego sentarme, ese fue el consejo.

     La mirada atenta del perrito siguiendo los juegos humanos que no quieren desaparecer, la chica componiendo espontáneamente su solo estar junto a mí constituyó el envión. De repente recuperé el equilibrio. Cuando se separó del manubrio y me sentí salir andando, algo volvió hacia mí, algo que me empujaba a volar, aunque sólo fuera soñando arriba de la bicicleta. Los veía alejarse a la chica, al perrito, al lapacho, pero pronto supe que lo hacía sólo desde el parámetro con el que mide la experiencia, que comenzaba a aproximarme de otro modo... podía flotar entre los suspiros que exhalaban las ruedas. El entusiasmo inicial se estaba correspondiendo con los tropezones, las personas más inesperadas en las cuales uno parece haber dejado huellas, otro viaje de ida hacia un pasado que no existe más que en nuestra percepción, que nunca existió en la infancia, el calorcito que ya huele a primavera, el lapacho que asistía a mis alas de ruedas, la resonancia emocional de un coro de pajaritos que me atrapó en sus voces, el perrito ovejita y la chica que ahora guardan conmigo ese recuerdo.

     Caída, invadiendo el aire las primeras veces, maquillada de lágrimas ante mi inexplicable idiotez, indagaba el impulso inspirándome en el Sol luminoso a pesar del frío y las nubosidades, recogiendo las ganas que pueden vislumbarse aún diseminadas, caería la próxima, con gracia y lo disfrutaría, mi cuerpo motorizaba el impulso sin dualismos mecánicos. Un cambio en el manubrio es capaz de virar el horizonte. Mientras me empapaba de felicidad bañándome al Sol y a la luz de tan vívidos momentos, prometí no soltarlos al capricho del tiempo. Esa felicidad que puede caber en apenas instantes porque no se rige según el tiempo terrenal, y las infinitas gracias que no conseguía dejar de enunciar me disiparon de la mente preguntarles a la chica y al perrito sus nombres, pero intuyo que no fue otra torpeza. Sé que no los olvidaré.
  

domingo, 1 de julio de 2012

Lucio

Aitor Arregi y José María Goenaga
2007

"Mi suerte fue nacer pobre pobre, porque no tuve que hacer ningún esfuerzo para perder el respeto a todo lo establecido: la iglesia, la propiedad privada, el estado".


Ante los responsables de City Bank: "Yo no soy ningún criminal, pero ustedes con los dólares no hacen más que corromper el mundo entero y son los provocadores de todas las guerras, ustedes son los criminales".

    ¿Falsificadores? Falsificadores son aquellos que han adulterado la condición humana, quebrantando los valores sagrados de la comunidad, estafadores son quienes todavía hacen lo que esté a su alcance y más para estropearla a fin de saciar apetencias egoístas y de tan caraduras ni siquiera se atreven a dar la cara, defraudadores son aquellos que mediante su crueldad intencionada pretenden despojarnos de la utopía de llevarla a cabo.
 
     Aún no se da con las palabras para expresar la emoción condensada de parte del modesto ser que escribe y también anda intentando crecer aprendiendo. El significado que pueda representarnos la lengua siempre quedará frágil ante la magnitud de seres como Lucio Urtubia, cuyo compromiso humano lo trasciende y nos obliga a, al menos, sentir la imprescindible como urgente necesidad de querer seguir sus pasos. 

viernes, 29 de junio de 2012

Mientras marchamos soñando...

“Hay hombres que luchan un día
y son buenos.
Hay otros que luchan un año
y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años
y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
ésos son los imprescindibles”.
Bertolt Brecht


Jacek Yerka
                                                                                                           Jacek Yerka


Sueño con serpientes,
con serpientes de mar,
con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo.
Largas, transparentes,
y en sus barrigas llevan
lo que puedan arrebatarle al amor.



Oh... la mato y aparece una mayor.
Oh... con mucho más infierno en digestión.



No quepo en su boca,
me trata de tragar,
pero se atora con un trébol de mi sien.
Creo que está loca;
le doy de masticar
una paloma y la enveneno de mi bien
.



Oh... la mato y aparece una mayor.
Oh... con mucho más infierno en digestión.


Ésta al fin me engulle,
y mientras por su esófago paseo,
voy pensando en qué vendrá.
Pero se destruye
cuando llego a su estómago y planteo
con un verso una verdad
.
Oh... la mato y aparece una mayor.
Oh... con mucho más infierno en digestión”.


Silvio Rodríguez



... Y tu generosidad me infunde al recibir, 
tanto como cuando me concedés el ser dadora...
y me colmás de tu tierna musicalidad,
rescatando preciosos instantes de la ruina del tiempo,
bañándome de ellos con la calidez que portan tus manos,
pues aún cuando soy la invitada, me elevás un hogar.

sábado, 2 de junio de 2012

Bellas almas



    Aunque muchos se empeñen en demoler de un puñetazo los valores que construyo cada día, aunque muchos ignoren cuántos esfuerzos deposito en la consecución de éste, mi mayor objetivo, aunque muchos olviden que puede erigirse un enorme muro a partir de un pequeño desliz de miradas, aunque tantos no se representen en mis palabras la voz de mi alma, aunque la soledad en ocasiones en lugar de mi rincón placentero sea la consecuencia de mi sinceridad, aunque siempre me cueste levantarme de la cama y salir a que me envuelva la rutina, aunque me cueste también levantarme y salir a ver a niños que con la sola compañía de su tristeza pasan su tiempo relvolviendo basurales, aunque me fastidie la desesperanza por poder hacer sólo un poco, aunque no son escasas las veces en que me desanime dar cuenta de la profundidad a la que se ha instalado la contaminación, aunque me desespera incesantemente la posibilidad de plantearme que a mis valores me los tengo que guardar para mí sola, porque fuera no hallo lugar para compartirlos, y más aún porque el sistema dicta que hay que acostumbrarse a sobrevivir por uno mismo… aún la vida es capaz de asombrarme y enamorarme al ligar mis caminos con los de bellas almas que hacen su manifestación a través de personas a las cuales me resultó completamente impracticable no poder retenerlas a la brevedad... es un fenómeno que rara vez sucede, cuando parece que se conoce a alguien desde hace bastante, aunque apenas hace un tiempo que han entablado trato. Será porque encierran y a la vez liberan todas aquellas cualidades que uno (o al menos yo) no podría dejar pasar en una persona, porque cuando emiten su voz se denota que lo hacen con todo su cuerpo y algo más... que su sola presencia irradia los deseos de querer pasar horas y horas sin estar haciendo nada más que intercambiando conversaciones e infinidad de detalles tan propios y mutuos, porque de sus rayos se desprenden enseñanzas, porque saben cómo hacer que la pena duela menos, porque mis pequeños sueños cobran un significado aún mayor cuando me ayudan a sostenerlos, y sobre todo porque a través del presente acto de compartir que se nutre del acto mágico de dar asentamos nuestros valores y nos constituimos cada vez más como humanos. 

    A quienes se sientan parte de este entorno, de verdad, gracias, son sumamente especiales.