domingo, 14 de diciembre de 2014

Un rincón

   Existe un rincón en Rosario, al cual las garras ambiciosas disfrazadas de humanos no se lo han devorado y todavía sabe a eucaliptus. Queda donde la atmósfera retorna apacible que las manos sólo pueden atreverse a deshojar algún recuerdo para volverlo mágico. Porque allí nadie camina con los alardes de dueño... ni siquiera los pajaritos que esparcen su andar gracioso, pidiendo permiso a las ramas y a la tierra, mientras el viento invita un momentáneo vals a las hojas de los árboles entre susurros de libertad. Al fin y al cabo quién sabe si no ha quedado a salvo debido a la contingencia de haber crecido entre la vorágine citadina y la majestuosidad del río.

   Se cuenta que allí resulta más fácil alegrarse que quejarse, como si la contemplación de esta naturaleza nos contagiara de esa parte nuestra que quedó sepultada bajo nuestra piel de cemento. ¡Qué amables son estos paisajes, capaces de entregarnos la armonía en una postal de aroma, sabor y movimiento! También fue cordial el destino, como si hubiera previsto nuestra ruta trágica, para permitirnos la vista en colores y poder alcanzar a descubrir cómo el solitario gomero aprendió a vivir junto a un jacarandá.


De la gaveta de textos sin publicar, 2/2/2012
(Esquina de Jujuy y Corrientes, encaminándose hacia el río)

sábado, 13 de diciembre de 2014

Desde el jardín

    El Sol ilumina, irradia, anima, alimenta, arde, quema, sofoca, consume, marchita, seca. El elemento agua quebraba la polaridad, y de la tierra supe sostenerme alguna vez, entonces respiraba inexorablemente. Pero la pasión hace estragos y 34º que pesan sobre el cuerpo. Exhala humo ese jardín que no cuidaste, gritan sus cenizas, el fuego me acusa y con razón. ¿Sabés si acaso lo has levantado? Entonces, el sudor sería un reparo en el lecho del jardín donde la brizna agoniza. La Luna menguante asoma involucrada porque la llevo en la sangre. Es necesario acabar con la incapacidad que me ha llevado al homicidio. Se trata de una muerte que pondrá fin al defecto de quien mata por amor. No basta con enterrar los restos, aquí hay que abrasar los sentimientos de ira y evaporar la miseria contenida en una humana que no cesa de errarle al corazón. Cuando la Sombra te muerde los talones, ya no sabés qué nombre ponerle al amor.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Autorretrato en 10 minutos de un día

A mí,
          petulante embustera de sí misma, pusilánime en decadencia, aguafiestas de su felicidad (parece mentira), con espasmos de arrogancia compulsiva, manojo de nervios, despojo de una aspirante a ser humano, arrobada impecable, mera merodeadora de las cosas, hilarante hilo de voz, los dados muestran las viciosas caras de la vergüenza, retrocedo a los lugares comunes, se me resiste la casilla de la muerte necesaria y en cambio sobreviene la fatalidad del arrepentimiento... no me doy cuenta de que un alma se parece al tallo de una planta buscando la luz del Sol y yo la arrastro hasta un cúmulo de nubes... mis propios actos me aborrecen.