domingo, 13 de mayo de 2012

Sobreviven


    Acabo de llegar a casa, una reminiscencia me invade la mente y retrasa mi rumbo a la facultad. Los pasos me conducen hacia mi habitación, el bolso de trabajo culmina su día sobre el piso junto a la cama, donde yo me siento. Cierro los ojos, no puedo, no quiero dejar de recordar…

     Cercada por la multitud y 9 de Julio y Corrientes, extranjera del alboroto invariable, una débil presencia intenta surcar la ausencia edificada como fortaleza gris. Algún suspiro grave ha conseguido retener el aire de la fugacidad. Algo había secuestrado mis pasos que no pudieron hacer más que desandarse. ¿Quién será el ser cuyos labios se aúnan con su alma y junto a sus manos elaboran en la musicalidad su escape de la ciudad? Recorta una pieza de su alma y la arroja en varias melodías a la suave brisa del día medio soleado y atiborrado de urbanidad. Alzo la vista pues quiero capturar este milagro con la completitud de mis sentidos. Pero desde la vereda no se deja ver. Tampoco logro reconocer la melodía. Quisiera saludarlo. ¿Quién será el ser que ensaya una distracción de la invisibilidad?

    Se deja escuchar. Entonces sueña una conexión y se anexa desde un rincón. Por algún motivo ha decidido evocarla en ese momento y la siento como un obsequio, la incorporo como un obsequio que no puede rechazarse. Los objetos que provienen del alma se ligan al alma y no pueden revertir jamás esa unión creada, pues es su naturaleza y destino, son éstos quienes nos eligen, no nosotros a ellos. La música de un saxo me eligió ese mediodía, mi camino sucumbió ante ella, me traspasó la piel y quedó prendida en mi interior, en mi profundidad más invisible ella hallaba resguardo. En la calle rebosante de estruendo se había instaurado el enlace. Un ser recién engendrado adquiría su voz y emitía su mensaje, mientras otro se abría para escucharlo, lo arropaba en sus brazos, y ambos se contagiaban de luz. Lo que ambos habían concebido durante tanto tiempo se instalaba en uno y otro, como una flor que tras un tiempo de haber permanecido fecunda en su capullo un día resuelve desenvolverse al mundo, como un pájaro, que ya carga con vuelos y cielos ensancha nuevamente sus alas a un nuevo cielo para expresar un nuevo vuelo, quisiera remontarme hacia donde esté y agradecerle.



    En medio de los vínculos que no terminan de enlazarse, de las cadenas que nos sujetan a la inercia las melodías de un saxo enarbolan su existencia y adquieren su sentido en los oídos de un otro invisible a sus ojos, pero a quien no deja de pertenecer… sobreviven. Un perro coincide en mi estadía, acaricio su negrura, el perro fija su mirada atento a la mía, nos sostenemos en la mirada y no nos importa si hay alguien más que nosotros, porque entre nosotros no se encuentra nadie más, nuestro lugar está demarcado aquí y ahora y nos reconocemos. Me despido de él, tengo que seguir camino o se me hará tarde para ir a una de mis tan ansiadas clases. El perro me sigue y luego se detiene unos momentos a un costado de la calle. Ha descubierto un charco de agua del cual beber, vestigio de la tormenta de la noche anterior. Estoy segura de que a las notas del saxo también las conservaré para el resto del camino y en la inmortalidad de este texto. Sobreviven.

domingo, 6 de mayo de 2012

The lunatic is in my head



     Mezcla de bronca y de tristeza, de estupor e indignación, de vergüenza por mí misma y por los demás, de angustia que arrasa su clímax y ensimismándose sobrepasa a la conciencia de que no me formulo las mismos interrogantes que los demás, no me cuestiono los mismos presupuestos, mi mente no consigue asumir certeza de las mismas realidades fácticas. Cada lágrima derramada ha bebido sorbos de la pena de mi alma, que al desbordarme en mi cauce es exteriorizada después de comprobar durante apenas dos horas la magnitud de los esfuerzos desperdiciados, el desgaste de ánimos cuyo trayecto podría ser guiado a la concreción de metas que nos involucren hasta el más débil de nuestros huesos, hasta el más profundo de nuestros órganos, que nos penetren y luego abriguen como hogar, para darle cuenta el punto al cual hoy nuestra vida está siendo truncada, lo más preciado que tenemos está siendo consumido, nuestro valor como personas, se nos está tornando objeto en vez de protagonistas, se nos compra y se nos vende, se nos usa y se nos desecha y sin embargo, lo confirmamos mediante cada una de nuestras pequeñas acciones, lo damos por hecho y así contribuimos al saqueo sistemático desde la comodidad, desde la desconfianza, desde el egoísmo, desde la envidia, desde el miedo, desde la inseguridad, hacia la completa distorsión de la vida humana.


    Es desde hace tiempo uno de los principales ejes de mi vida llegar a afianzar cada vez más un estado que por cuanto lo creo voluble, una vez que hemos logrado adquirirlo merece ser ejercitado a diario, o mejor aún, a instante, a razón de que en cuanto menos nos percatemos de su presencia y descuidemos de él, puede desarraigarse de nuestro cuerpo, porque justamente su estancia no reside en él, sino en un lugar al cual no muchos ni se aproximan pues no logran ver la semejanza que no se aprecia con la mirada y que se esconde bajo ropas y pieles… en verdad, no creo que todos nazcan bajo tal condición, es por ello que una vez que se recibe, tal estado debe ser ejercitado a diario o mejor aún, a instante, a razón de que cuanto menos nos percatemos puede perderse… y es debido a que esta cualidad no forma parte de nuestra naturaleza que como personas tenemos que aprender a aprehenderla practicando la humanidad como un acto automático, como si quisiéramos emular un acto de esencia.

     Sin embargo, al mismo tiempo una pregunta me amanece y vuelve a rondarme en la mente cada uno de mis días antes de ir a dormir, ¿en verdad podremos lograrlo si la acción concreta y manifiesta se ha diluido? Si hacemos caso omiso al compromiso, si transferimos a delegación nuestro derecho a participar y dirigir nuestros modos de vida, si nos cuesta ver que la rosa no sigue siendo rosa sin su espina. Ese graffiti que estampaba una esquina de la calle 3 de Febrero y se me inscribió por primera cuando regresaba del parque Urquiza, entonces debe tener razón. “Violencia es quedar indiferente ante tanta miseria”. Violencia es aquella que cometemos todos los días, cuando nos dejamos caer ante la inevitabilidad de que siguen cubriendo al mundo de sufrimiento a nuestra costa, cuando leemos acerca de los males que se han hecho y luego pasamos a otro tema, es que son invisibles las bombas de la resignación, el mayor crimen que podemos cometer contra nosotros mismos. ¿Por qué? Es una pregunta que podría ser formulada hasta por un niño. ¿Por qué nos hemos atrincherado en la guerrilla? ¿Por qué hemos retrocedido hasta perder la batalla previo a haberla comenzado? ¿Cuándo seremos capaces de librar la guerra por la verdadera humanidad?
    
    Pero ésta primero es una batalla interna. También se me permite saber de la existencia del alma cuando me punzan los dolores de los insultos, me estremecen los deseos de muerte arrojados unos contra otros, aunque duren la finitud de un partido de fútbol, el estremecimiento que me provoca ver la separación vociferante, no deja de perseguirme y atormentarme la condenada marginación de mi dolor que encierra el peso del dolor compartido, pues consiste en la miseria que nos aborda a todos… que en mi tiempo psicológico no dura lo que en una reunión una momentánea queja contra el gobierno que me hunde crónicamente, pues la individualidad de mi cuerpo ya no es suficiente para contenerlo y pugna por hacerlo emerger empujado en una acción. Es la única manera, es que siempre ha tenido que ser así, Demian ya lo había predicho, sólo el pensamiento vivido tiene valor... es que yo he abrazado con fuerza a la humanidad como mi ideal. Si mi desprecio hacia mí misma me desmembra cuando noto mi escaso aporte para poder revertir esta enajenación, si me desarmo al no poder hacerme comprender, si puede que definitivamente sea una trastornada nacida en un mundo con mayoría de cuerdos. ¿Dónde quedó extraviada la calma del saludo? Asoma de nuevo el muro antes de que intente surcar la mirada.

     Muchas veces me planteo si acaso el verdadero mal no nos será inherente (en algunos en mayor proporción que en otros), si la destrucción no nos estará signada de nacimiento, o si tal vez continúa siendo implantado para mantenernos parcialmente ciegos, diariamente forjadores del equilibrio que aparenta no terminar nunca de desplomarse y siempre hacerlo un poquito más, para que constantemente nos astille... entonces se hacen más fuertes mis deseos de humanidad, mis aspiraciones de jamás dejar de interrogarme a mí misma, de mirarme al final de cada día hacia adentro y cuestionarme cuán verdaderamente humana fui a lo largo del día... de cuestionarme cuál será el mal originario, aquél que se las ingenia astutamente para ir zanjando los otros, el que a la vez alimenta mis deseos para salir de mi caparazón a rebatirlo de una vez por todas, y que lo único que haya para destruir sea esta ambición de infundir el consumo por todos lados... la enfermedad a la cual no acabamos por suministrarle cura por (querer) creer que tenemos que seguir, porque tenemos que deslomarnos si queremos alimentarnos, porque de alguna u otra manera en algún lugar tenemos que vivir y como estamos históricamente situados dentro de un estado nación hay que pagar las cuentas… aunque realmente no sea un camino dirigido a la humanidad.